EL ÚLTIMO DÍA
Siete treinta de la mañana, suena el despertador, no tengo ganas de levantarme porque sé, que hoy es mi último día en el trabajo y no quiero hacerlo realidad, así, que cierro los ojos e intento seguir soñando, pero el sonido estridente del despertador no me deja continuar. Me levanto, me aseo, y me preparo mi último “pan Bimbo” con Nocilla para almorzar. Salgo de casa para realizar mi último trayecto, parece mentira, pero hoy, me fijo más de lo normal en todas las cosas.
Llego a la estación de metro y bajo al andén, puntualmente, llega el convoy, me siento y me pongo los cascos para escuchar el programa de radio de RAC 105: “Fricandó Matiner” para reirme un poco. Vaya!!! no hay cobertura de Internet en el metro, no es mi día de suerte, así que me pondré la música a toda pastilla del mp3 para distraerme y no pensar. Comparto el último viaje con las mismas personas de cada día, que aunque no las conozca, con los años, se ha creado un vínculo especial.
Después de realizar el trasbordo en Verdaguer, llega el final de mi trayecto, Hospital Clinic. Subo la calle por última vez, menos mal que la música, me va dando ánimos para llegar al trabajo.
Abro la tienda, enciendo las luces y conecto el hilo musical, mientras espero que lleguen mis compañeros. Me preparo un mega café con leche, con súper espuma para almorzar, y a esperar que pasen las horas. El día pasa “sin ton ni son”.
A las seis de la tarde, me avisan que cierre, recoja y haga la última caja contable de la tienda. Me voy haciendo a la idea, ha llegado el momento de empezar a dejar atrás catorce años de trabajo.
Cojo una caja de cartón, y empiezo a guardar todos mis enseres que me han acompañado durante todo este tiempo: Mi planta de bambú, mis figuritas de los Simpson, mis recuerdos… Es un momento triste, por los altavoces del hilo musical, suena una canción de Sade muy especial, sonrío, y me da fuerzas para seguir colocando las cosas en la caja, hasta llenarla a reventar.
Con la tienda toda a oscuras, coloco por última vez el candado, y hago entrega de mis llaves, dejando atrás cien mil historias vividas. Me despido de mis compañeros, tengo una sensación rara, estoy incómodo, no me quiero creer lo que está pasando. Necesito andar, así que cojo otro camino diferente al de cada día para desconectar y llegar a casa.
Llevo ya dos días sin ir a trabajar, y todavía no he podido desconectarme de la situación, preguntándome una y otra vez:
“Y… AHORA, QUÉ???”.
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