EL AVIÑECU

El domingo ya no pude aguantar más, después de varios días con un mono impresionante, bajé al trastero y allí, en un rincón, escondidas, y  cubiertas con una pequeña sábana blanca, estaban ellas, con su figura tan coqueta, con unas ganas de salir y dejarse hacer que me volvían loco. Con mucha delicadeza, destapé la más veterana, desnuda, sin cuerdas, con los trastes gastados, herida por la guerra vivida y arropada con frases de la época pintadas en rojo, todavía con ganas de dar guerra a las dos más jovencitas, pero con mucha más marcha.Celosas como estaban, no tuve mas remedio que destaparlas.Como era de esperar, me lucieron su figura intacta, juguetonas, a cual más dulce, y piropeándome con las frases mas bellas para que jugara con ellas. La elección fue difícil, pero al final, el sonido de la “española”, me engatusó. Así, que cogí la guitarra y me la subí a casa, era el momento de poder jugar y disfrutar mutuamente. Solo ponerle los dedos y tocar, su música invadió todo mi cuerp...

El sábado por la mañana, después de despertarme, esperaba ansioso dentro de la cama, que la puerta de casa se abriera, y entrase mi madre, cargada con las bolsas de la compra. Como un cohete, salía disparado de la cama, para ayudar a sacar las cosas, y poder inspeccionar  los paquetes. Aquello era una fiesta para mí, bolsa por aquí, bolsa por allá…  pero cuándo abría los paquetes del embutido, y veía, que aquel jamón, me miraba con aquellos ojitos de “cómeme, cómeme”, y la coqueta loncha de queso me suplicara que la separara de las otras, no podía y resistirme, y como un “buitre” hambriento, atacaba a todo lo que se ponía a mi alrededor. Con el estómago lleno, me iba a mi habitación que compartía con mi hermana. El papel pintado de las paredes con círculos naranjas, y el arrimadero tipo “madera plastificada”, junto a una litera, decoraban la minúscula habitación. Vivía en los famosos “cuartos de casa” de apenas treinta metros cuadrados, en la Barceloneta. En aquel mini-espac...