UNA HISTORIA DE AMOR
Érase una vez, en una gran ciudad, tres hermosos, corpulentos y guapos chicos que un domingo por la tarde, decidieron ir al cine. Como era habitual, tuvieron que hacer una enorme cola para poder entrar. Tan mala fue su suerte, que justo al llegar su turno para comprar las entradas, les cerraron las taquillas en sus narices.
- ¿Qué van hacer esas tres almas en pena, un domingo a esas horas?-, buscar otro cine. Así, que los tres caballeros, ponen rumbo en busca de otra sala cercana. Unos metros más abajo, encuentran una, sin colas de ningún tipo, se extrañan, se miran, desenfundan rápidamente las carteras, y compran la entrada. Después de mirarse en los reflejos de los cristales de las puertas del cine y retocarse un poco, los tres caballeros, se adentran en una sala, semi-oscura y vacía. Se aposentan en sus tronos como tres reyes, esperando el inicio de la proyección, mientras se entretienen mirando los ridículos anuncios fotográficos en la pantalla. Unos instantes después, dos princesas, hacen su entrada acompañadas por una música celestial. Los tres caballeros embobados, a la vez, giran sus cabezas y observan como aquellas dos bellezas suben por la alfombra roja, mientras sus corazones palpitan a mil por hora, la suerte estaba de su lado, se sientan justamente en la fila de delante. Eran como dos ángeles venidos del cielo. Los caballeros, nerviosos por presenciar tan lindo espectáculo, sacaron sus armas de cortejo que rápidamente encandilaron a las dos princesas. Se apagaron las luces de la sala y empezó la proyección… “Movirecord……….” ¡¡Más anuncios!!... y justo después de aparecer la famosa frase “FILMAX, PRESENTA”, los tres jinetes, se quedaron blancos como la leche. - ¿Pero, nadie se ha fijado que película daban?” – exclamó uno de ellos, mientras, las dos princesas, se reían como locas. No cabe de extrañar, la película que se proyectaba, era “Las Locuras de Parchís”, un film infantil.

Después de las presentaciones pertinentes, los cinco, como si se tratase de una novela de Enid Blyton, se aventuraron por la gran ciudad. Llegando al centro y tras tomar un sabroso café, en el “San Francesco” de Via Laietana, Mª Angeles y Montse, las dos princesas, se despidieron de los tres caballeros, no antes sin haber quedado para el próximo domingo.
Llegó el día clave, el lugar de encuentro era la plaza Catalunya , y la hora las cuatro de la tarde. A las tres, los tres caballeros, ya habían quedado para tomar fuerzas en el Bar Hispano. Cada uno de ellos, el cual más perfumado, iba con su mejor ropa, ya que había que impresionar.

El intercambio de teléfonos de Montse y el caballero, culminó, todas las noches de la semana, en llamadas larguisiiiiiimas, de más de una hora de duración, lo que conllevó a intimar más, la amistad se hizo más profunda. Eran tantas las llamadas, que la “vigilanta” de la guarida, tuvo más de una bronca con aquel caballero.
Llegó otro domingo, el punto de encuentro, el mismo que el anterior, puntuales como siempre, los tres caballeros esperaban la llegada de sus “cortesanas”. Las cinco, las seis, las seis y media, y nada de nada, tocó plantón. Desolados y tristes, se fueron a una cabina de teléfono para aclarar lo sucedido. Después de hablar con un familiar, informan que las dos, se habían ido a pasar el fin de semana a “Dos Aguas”. Enfadados por el plantón, los tres “panolis” hundidos, decidieron olvidarse del tema, y pusieron rumbo hacia la discoteca “Chic”, donde después de algunos cubatas y algún que otro baile, consiguieron olvidar sus penas.
Días después, Montse, llamó a su caballero, y le explicó lo sucedido, a medida que escuchaba su dulce voz, el corazón de su amado, se iba ablandando paulatinamente y volvieron a quedar para el fin de semana, en el mismo sitio y hora. Esta vez, sí que se presentaron a la cita, así, que los cinco se ponen en marcha hacia el Tibidabo. Aquel viaje, fue más especial, ya que los dos enamorados estaban más unidos que nunca. Las dos princesas y los tres caballeros agotaron todas sus fuerzas en las atracciones. Cuando la luna despertó y cogió el relevo al apagado sol, llegó el momento del retorno. En el camino de regreso, los dos enamorados iban más lentos que los demás para tener un poco de intimidad. Iluminados por el esplendor de la luna llena, el caballero se acercó a la princesa y muy dulcemente, juntó sus labios con los de ella. En apenas unos segundos, sus corazones palpitaron a la vez. Aquello fue más que un beso, fue una declaración de amor. La princesa sonriente, con ojos bañados de lágrimas de felicidad, cogió la mano de su caballero y volvieron con los demás, que esperaban metros más allá. Ya en la estación “Peu del Fenicular” tuvieron que coger un autocar hacia Placa Catalunya, pues había una avería. Los dos “tortolitos” se sentaron en la parte trasera, donde se pasaron todo el viaje abrazados y mirándose profundamente a los ojos. Ya en la plaza, los cinco, se despidieron efusivamente. Los tres caballeros volvieron al Hispano, su punto de encuentro, sobre todo, para “despertar” al príncipe enamorado, que estaba “atontado por la bomba de Júpiter”.
Pasaron los días, las llamadas telefónicas poco a poco se iban distanciando. Llegó el verano, y ésta vez los cinco quedaron para ir a la playa, donde habitualmente, los tres caballeros disfrutaban del agua y la arena con más amistades.

El tiempo corría, y las agujas del reloj marcaron el momento en que las dos princesas subían a sus carrozas para regresar a sus palacios. Después de una humilde despedida, los dos ángeles, se fueron alejando lentamente perdiéndose en el infinito.

Los tres caballeros, quedaron solos otra vez, volvieron a su vida cotidiana a la espera del inicio de una nueva aventura. Desde aquel día, no volvieron a tener noticias de las dos hermosas princesas.
Al príncipe, siempre le quedará en su corazón, aquel beso de amor verdadero…
El Aviñecu
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