Hoy, después de ir al cine, en una multisala de un gran centro comercial, me ha venido el recuerdo, de aquellas salas de proyección tan insólitas que existían en la mayoría de barrios de Barcelona y que por desgracia se han ido muriendo poco a poco. Una de las que más me impactó, fue el cine Regio Palace (Vistarama). En aquellos tiempos, era una sala grandiosa, tenía hasta cuatro pisos de butacas. La pantalla gigante, y el sonido de última generación, hacían que te sintieras protagonista de la película, tanto, que un día después de ver “Grease” con unos amigos, salimos todos con los cuellos levantados y con la adrenalina a tope, parecía que nos queríamos comer el mundo.
Unos de los cines en el que me pasé media vida, fue el cine Marina y el cine Barcino en la Barceloneta. Por suerte, o por desgracia, estuve en los dos cierres de las salas. El primero en caer fue el cine Marina, uno de los más emblemáticos del barrio. En una de aquellas historias que mi tia Pepa me explicó del cine, me comentó, que antiguamente, una película duraba casi toda la tarde. Se ve que se proyectaba en dos cines a la vez, pero con una sola copia. Así, que cuando se acababa la primera bobina, un trabajador, la llevaba en bicicleta al otro cine donde se proyectaba la misma película y recogía la otra para su posterior proyección, aquello era eterno.Cuando íbamos al Marina, nada más entrar, el olor a rancio, nos daba la bienvenida, Después, la taquillera que parecía de cera, de los años que tenía, nos daba una entrada de cartón piedra. El acomodador con su traje de color rojo espectáculo, nos adentraba al inmenso patio de butacas del cine. Una vez sentados en las butacas plastificadas rojas, sacábamos nuestro paquete de tabaco y, a fumar como carreteros viendo las dos películas que proyectaban. En sus últimos momentos aquello era la ciudad sin ley. Entre que el borracho de turno del barrio, se paseaba por el medio de las butacas, gritando con el mechero encendido para poder sentarse, y las butacas que arrancaban los “gamberrillos” que lanzaban hacia la pantalla, ya se hacía peligroso disfrutar de una tarde de cine. Naturalmente en dos días cerró y se convirtió en una mega tienda-almacén de juguetes, eso si, el olor a rancio tardó en desaparecer.
En cambio, el cine Barcino, ya era otra cosa, después de una reformita y limpiarle la cara, se convirtió, en el lugar de encuentro de la mayoría de jóvenes.
Mi amigo y yo, no nos perdíamos ni un domingo por la tarde en ir al Barcino. Justo después de comer unos “Buyonls de la Tia Pepa”, lo pasaba a buscar por su casa y nos íbamos al cine, no antes sin pasar por la “barraqueta” a comprar unos chicles de canela y algún Malboro Americano para mí, para pasar la tarde. Aquella sala, ya pintaba mucho mejor, estaba más controlada, por lo menos los domingos, ya que casi todo el público era de la misma quinta. A nosotros nos tocó la mejor época: la del “destape”, y como antes, no se prohibía la entrada a menores, hay que imaginarse el follón que se montaba en la proyección, cuando aparecía alguna “tetilla” por la pantalla. La primera de las dos películas era normalmente de acción, en cambio, la segunda, era de las clasificadas “S”. Cuando escuchábamos la música del inicio de la proyección, ya sabíamos que aquella era picante, sobre todo la mayoría de ellas eran españolas e italianas. Llegó un momento, que todas eran iguales, menos mal que con las españolas aun te podías reír un poco. Una tarde en plena proyección, se sienta a mi lado, un hombre gordo con traje blanco. Eso me mosqueó un poco, ya que alrededor nuestro habían multitud de butacas vacías. De repente, veo que aquel tío, intenta lentamente poner la mano en mi pierna. Naturalmente se trataba de un “asqueroso” pederasta. Inmediatamente nos levantamos y cambiamos de sitio. En un abrir y cerrar de ojos, el “cerdito”, se sienta al lado de mi amigo. A los pocos minutos, intenta la misma operación. En ese momento, le propina una impresionante patada, dejando su marca en aquellos pantalones blancos. Nos levantamos e intentamos despistar al individuo, cosa que no fue fácil, ya que durante algún tiempo nos estuvo siguiendo.Con el paso de los años, el cine se fue deteriorando y acabó siendo un parking para el barrio.
El Aviñecu.
El REGIO VISTARAMA PALACE y su enorme pantalla circular son un recuerdo imborrable de mis sesiones de cine en Barcelona,alli vi en los primeros setenta TORA TORA TORA y en el 97 LOS DEMONIOS DE LA NOCHE,la ultima pelicula que vi en esta pantalla,en medio recuerdo por ejemplo 2OO1 UNA ODISEA DEL ESPACIO(EN UNA reposición del 82)TIBURON LA VENGANZA,POLTERGEIST
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