MI PRIMER TRABAJO

Cuando empezamos a tener una edad laboral y necesitamos “dinerito” para salir eres capaz de trabajar de lo que sea. Uno de mis primeros trabajos fue de “insolador” en una imprenta. Ya me ves, a mi con la edad del pavo y mi cara llena de granos, con una bata azul trabajando con tintas.¿Que pasa cuando uno es joven, novato y el jefe tiene una mala ostia bestial? Pues, nada, hay que aprovecharse del paparra de turno. Un día el encargado y varios compañeros me comentan que vaya al despacho del jefe a pedir que compraran papel de water. Naturalmente, por narices tuve que ir. Con mis raquíticas piernas medio temblando, entro en su guarida. Allí estaba él, con su media calva y aquellas gafas de pasta sentando en su mesa. Me siento, y con voz temblorosa le digo: “Perdone... mire... es que... me han comentado mis compañeros que necesitan papel para el lavabo que se ha acabado.” ¡¡ Ay Dios mio, lo que dije!! Sus cejas se levantan de repente, su cara empieza a transformarse en pocos segundos mientras toda la sangre le va subiendo a la cabeza a punto de explotar, al momento una voz estruenda comenta: “¡¡¡Pero que coño quieren éstos, solo piensan en cagar y no en trabajar. Al trabajo hay que venir con las cosas hechas, ya de lo puedes decir !!!”. Yo mas blanco que una sábana salgo de la guarida del oso y transmito a mis compañeros el comunicado Vaya cachondeo, creo que a día de hoy todavía se están riendo. En fin era un buen trabajo a pesar de esas “tempestas” esporádicas.
Estuve también una temporada, en el Restaurante Can LLuis de Barcelona. Allí me lo pase “pipa”. Detrás de la mini barra que recibía a los clientes, me encargaba de preparar los postres y cafés. El ambiente era cojonudo, muy familiar y frecuentado habitualmente por periodistas y artistas, me sentía como en casa, además me ponía las botas comiendo. Es un lugar que os recomiendo para ir, buen precio y buena calidad.
Uno de mis vivencias más nocturnas fue cuando trabaje 1 mes por suplencia de vacaciones en Mercabarna en Frutas y Verduras. Aquello si que fue duro, toda la noche trabajando. Te cambia la vida, ya que cuando unos se van a dormir o de fiesta, tú te vas a trabajar. En ese mes, mi cuerpo sufrió una transformación increíble. Todos mis músculos se hincharon como globos de tantos camiones que descargué de fruta y verdura. El muelle de carga y las cámaras frigoríficas eran mi segunda casa, eso sí, cada día tenia fruta fresca en casa. Al acabar mi jornada y después de tanto ejercicio que realizaba, me pegaba unos desayunos de película, mientras unos se tomaban sus tostadas y café con leche, yo comía mis “mongetes amb butifarra”.
Al cabo de unos pocos años acabe trabajando en una pequeña tienda de pescado y marisco congelado.  El malvado dueño de cuyo nombre muy conocido del barrio de la Barceloneta no voy a desvelar por respeto y su encantadora novia, me explotaron como un “negro”. Primero empecé en horario comercial normal de lunes a viernes. Me encargaba de repartir pescado fresco por los chiringuitos del barrio y de atender la tienda. Hasta aquí, todo bien, excepto de mi contrato que nunca llegaba. A los pocos días, me comunican que tengo que ir a comprar a Mercabarna el pescado. Eso me implicaba a levantarme a las dos de la mañana para ir a la tienda, coger la furgoneta, ir al mercado, realizar la compra, cargar la furgoneta, llevar el material a la cámara frigorífica de la tienda, abrir el local, descargar el camión de turno de los congelados, almorzar a escondidas, repartir los pedidos, descongelar el pescado para hacer paquetes individuales y volverlos a congelar para su venta, ir al lavabo, comer y volver a la tienda para abrir hasta las 19.30 h de la tarde, momento en que terminaba mi jornada laboral y con la misma paga de antes. Salía destrozado, pero todavía tenía ánimos para ir a tomar unas cervezas con mis amigos. Fueron unos días brutales, Uno de los días, harto de tanta explotación, exigí mi contrato que no había firmado nunca y el aumento de suelo que me habían prometido. “Tranquilo, todo llegará”, esas fueron las palabras del Sr. Zarzuela por decir algo. En ese momento me puse como una moto y dije: “Hasta aquí hemos llegado”, muy educadamente les dije que me prepararan la liquidación, que me iba en ese momento. Todavía lo recuerdo como si fuera ayer, eran sobre las doce del medio día, me saqué la bata de trabajo y después de cobrar me fui. En ese momento viene un camión para descargar, y no se le ocurre al Sr. Zarzuela, llamarme para que lo descargue antes de irme, Naturalmente le dije que se buscara la vida. Que casualidad de las casualidades que el camión de congelados estaba en doble fila y mi coche no podia salir hasta que no se fuera el camión. ¡¡¡¡Ay, era mi momento de gloria!!!, no tuvo mas remedio el Zarzuelita que descargar el solo  el camión mientras yo, sentando dentro de mi coche, observaba la cara de “cabreo” del señorito. Como era de esperar su negocio no duró mas de un año.
 Luego ya pasé de la vida nocturna a la vida matinal.Uno de los trabajos más dulces que hice, fue en una fábrica de helados artesanos en Poble Nou. Un pequeño local como si se tratase de un laboratorio, vestido todo de blanco me encargaba de la elaboración de los helados de todo tipo: tartufos, de melón, chocolate, etc y todo natural. Llegaba por la mañana, conectaba la radio, ya que trabajaba solo, y empezaba la fiesta. Que si chocolate por aquí, vaciar melones por allá, unas fresas por aquí, unos plátanos por allá, todo bien mezcladito y... al congelador. Lástima que solo duró un verano, pero no me importaría volver a repetir la experiencia.

El Aviñecu.



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