LUTO EN LA COSTA (CAPÍTULO I)







Un tranquilo amanecer de Agosto del año 1875, fue el comienzo de una nueva vida. Todo el vecindario de Peñiscola aguardaba impacientemente la hora oportuna en la que se había de celebrar una doble boda, pero ésta, hubo de ser suspendida por unas horas a causa de un ligero retraso en el tren, en el que uno de los novios era esperado.
Poco más tarde, cuando el sol mostraba cruzar nuestro cenit, una gran muchedumbre se apiñaba dentro y fuera de la iglesia donde ya se daba por terminado el solemne acto, cuyos protagonistas, Carlos y Toni, capitanes de la Marina Mercante, acababan de unir sus corazones con Mercedes y carolina, dos de las más bellas muchachas de aquella localidad.
-Ha llegado la hora de despedirnos Toni, dijo Carlos estrechando su pecho contra el de su colega
. -El tiempo apremia y el tren no tardará en partir.
 ¡Pero hombre!, si apenas hace un par de horas que has llegado, y ya piensas en marchar?, le replica Toni.
- Sí, es cierto, admitió su interlocutor, pero el caso es que mañana sin falta he de estar en Barcelona donde se encuentra mi buque.
- Bueno, puesto que tus obligaciones allí requieren tu presencia, dejaremos la fiesta para otra ocasión.
-!De acuerdo Toni!, no faltará tiempo para ello.
Con el dulce adiós de despedida en los labios y el alegre dibujo en sus mejillas, Carlos y su esposa Carolina subieron al carruaje con el cual serían llevados a la estación de Vinaroz.
Al caer la tarde del siguiente día, el joven y su acompañante mujercita, regresaban a Barcelona donde Carlos le tenía reservado un nuevo hogar.
-¿Te sentirás siempre dichosa a mi lado en nuestra casa flotante?,díjole su esposo señalando una grandiosa Fragata, surta en nuestro puerto.
- ¡Ya lo creo querido!, intentaré acostumbrarme a ello y llegaré a ser la mujer más feliz de la tierra y donde sea que tu vayas, me tendrás siempre a tu lado, siendo tu suerte también la mía.
- Pues siendo así, desde este instante la cubierta de este navío será nuestro único techo.
Días de rebosante ternura, fueron para los recién casados. Durante su estancia en nuestra ciudad, donde el amor, madre de todos los corazones, llegó a encarnarse lo más hondo de sus almas. Era tanta la hermosura de Carolina que el joven capitán, no tenía por menos que sentirse plenamente orgulloso a su lado, presumiendo de ser el hombre más afortunado de la tierra.
- ¡Cualquiera diría que en el mundo no quedan ya  mujeres hermosas!
- ¿Es que no puedes hacerlo con más indulgencia?, díjole Carolina.
- ¿Acaso tengo yo la culpa de que tú hayas venido al mundo en forma de perla?  Si algún día la fatalidad llegara a separarnos, o tú, dejaras de ser bonita, mi final no sería menos trágico, manifestase Carlos con agradable tono.
 Según se podía ver, ambos formaban una pareja ideal.
 Juntos saltaron a tierra para resolver los asuntos con las firmas exportadoras y unidos regresaban a bordo después de haber trasnochando por la ciudad, en fin, tanto se amaban que más bien se podía decir que para ellos no existían diferencias.
Por aquellos días recibieron la visita de Toni, el cual, les manifestaba, que habiendo terminado el permiso concedido por la casa armadora, se incorporaba de nuevo a su destino.
- ¿Cual será tu ruta en el próximo viaje?, le preguntó Carlos solo por curiosidad.
- ¡Las aguas del Atlántico Norte serán mi nuevo objetivo... y una vez registrado el relieve de su corteza submarina, me dedicaré a la pesca de la merluza por aquellos mares vírgenes aún...
-¿ Y crees tú que todo lo que te han comentado es tarea fácil?
- ¡Naturalmente! admitió Toni, no es este el primer caso que se me presenta y a pesar de desconocer de una manera completa la parte accidentada de aquel piso sumergido, no creo fracasar en tal empresa y lo que hoy nos parece imposible, dejara  el día de mañana de ser un secreto, pudiéndose ver a una gran flota pesca, surcar los mares por todas las rutas del mundo. 
Hablaron algunas cosas más de otros asuntos y poco más tarde Toni, se despidió reintegrándose de nuevo a su cargo.
Así, transcurriendo las semanas, hasta que dos meses más tarde, el 20 de Octubre, ya puesto todo en regla, la fragata "Galileo", capitaneada por Carlos, abandona el puerto llevando en sus bodegas un cargamento de 2000 toneladas de mercancía con destino Glasgow (Escocia).
Diez días de continuo navegar y sin ninguna alternativa que motivara el menor cambio del tiempo, fueron suficientes para llegar a la desembocadura del Estrecho de Gibraltar, donde el casco Galileo empezó a bañarse con las primeras aguas del Atlántico.
No tardaron mucho en aparecer las fuertes brisas de la parte meridional, obligándoles a una ligera reducción en el velamen, sin embargo, tal poderío de los vientos, lejos de perjudicarles, les favoreció en gran parte apuntándose una gran ventaja en su larga ruta.
Cierta mañana, mientras se hallaban desayunando los dos en el camarote, rompiendo ella el silencio dijo...
-Oye Carlos, tengo preparada una gran sorpresa.
- ¿Es que no has notado cambio alguno en mí?
- ¡Sí...sí.. te refieres a tu nuevo peinado, ¿no es eso?.
- ¡¡Los hombres nunca llegaréis a comprender ciertas cosas!!, exclamó Carolina con toda naturalidad.
- Pues quiero decirte que pronto seremos uno más de la familia.
-¡Pero......!, ¿es verdad eso que me dices amada mía?
- ¡¡Claro que lo es !!
-¿Acaso no te alegra la noticia?
- Mas que alegrarme me has puesto contentísimo, murmuró Carlos lleno de júbilo.
 -¿Tú sabes lo que para mí represente el poder tener a un pequeño Carlitos por compañero? 
-Te sientes profetas esposo mío.
-¿Acaso has olvidado de que también puede tratarse de una hermosa Carolina?, y en vez de uno, como tú pretendes, ser dos las compañeras?.
- ¡Tienes razón!, admitió Carlos, De todos modos sea quien fuere, será recibido por nosotros con los brazos abiertos.
Mucho más contentos que de costumbre, el Capitán su esposa salieron a cubierta, desde donde a través de sus gemelos podían contemplar la costa de Gran Bretaña.
- En este preciso instante estamos embocando el Canal de San Jorge, apuntó Carlos.
-Por lo que estoy viendo, musitó ella, esto se le puede casi considerar a un viaje sin fín.
- ¿Nos falta mucho para llegar a la meta?
- Cuatrocientos kilómetros aproximadamente, es la distancia que nos separa, y si los vientos siguen ayudándonos como hasta ahora lo ha hecho, dentro de ocho o lo más tardar diez días pisaremos tierra.
El joven Capitán, notando la falta de distracción por parte de su mujer, la dejó sola por unos minutos parta luego comparecer junto a ella provisto de dos escopetas.
- ¡Toma querida!, a ver si puedes dar en el blanco.
Carolina cojió el arma de fuego y apuntando hacia unos mamíferos que no cesaban de dar enormes saltos, apretó el gatillo, quedando bien apreciado su tiro.
- No sabia yo que me las había de entender con una tiradora excelente, exclamó el Capitán ante el asombro de tan acertada puntería.
- No me han faltado nunca buenos maestros, añadió Carolina. Desde muy pequeña, mi padre me enseñaba los más insignificantes detalles de las armas de caza, pudiendo llegar así a lo que acabas de presenciar.
Doce días después, no sin antes de haber atravesado la densidad de las reinantes neblinas, fenómenos tan conocidos en aquellas latitudes.
Entraron el puerto de Glasgow, donde no tardaron en dar comienzo los primeros trabajos de descarga.
- Supongo que no es este el primer viaje que realizas por estas tierras, comentó Carolina ansiosa por salir de paseo
-Conozco la ciudad de palmo a palmo, respondió el Capitán.
- ¿A que obedece tal sugerencia?...
- Pues… a que en tierra deben haber cosas la mar de bonitas, ¿no crees?
- Sí, hay ciertos puntos que para ti serán verdaderamente muy curiosos y significativos, por lo que ya puedes ir arreglándote que saldremos a dar una vuelta.
Carolina no aguardó a que la frase fuera de nuevo repetida, en un santiamén y disposición de su marido.
Aquello dos, saltaron a tierra y una vez recorrido parte del casco urbano del centro de Glasgow, entraron en distintas tiendas en las que efectuaron algunas compras.
- ¿No te parece pronto aún para la preparación de tales cosas?, sugirió Carlos mientras caminaban hacia el muelle.
- No veo el porqué de tanta prisa, cuando todavía faltan aun bastante meses para venir al mundo,
- ¡Todo lo que dices son tonterías salidas de vuestras huecas cabezotas!, exclamó Carolina, los hombres pensáis todos igual, ignorando que la venida de un ser en la tierra requiere todos los preparativos para que sea bien atendido, y por ello tenemos nosotros la obligación, como madres, de hacerlo por anticipado.
- Entonces siendo tal como tú dices, nos hemos olvidado de la cuinita, comentó el capitán.
- No vayas a figurarte que se me haya pasado por alto, pero también he pensado que para ello tenemos el carpintero de abordo.


Continuará...... 

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