
Son las 7.00 horas de la mañana, se conecta la radio, me está avisando que dentro de nada tengo que levantarme. La dulce voz, por no decir, molesta voz, poco a poco me va tocando las narices y me va sacando de ese dulce sueño que estoy para que me levante. Saco un pie de la cama, saco otro, me estiro como una goma elástica reseca y me levanto. Las medias legañas que cubren mis ojos, me hacen tropezar con una caja que rondaba por allí. Empezamos bien la mañana. Con la boca pastosa y con aliento a flores... entro en el aseo. Mi cara hinchada y mis cuatro pelos mirando para el "mas allá", es lo primero que veo al entrar en ese inmenso espejo que te da los buenos días y te muestra tal, como tu eres de bello.... tu barrigón, tu mala cara, etc. Abres la taza del water y automáticamente realizas la misma función de todos los días, eso sí, mientras estás miccionando, no paras de rascarte el cuerpo, será que se está despertando de ese letargo osal que has pasado. Con un poco de peso menos y la bufeta ya vacía, te dispones a quitarte el mal aliento que te ha producido el resto de comida putrefacta en la boca. Cepillo en mano, busca el dentífrico, cuando lo tienes compruebas que siempre está en las últimas y tienes que ir apretando a tope hasta que sale la pasta y de tanta presión te sale disparada la pasta propulsada hacia el espejo.Que pereza, ahora tocar cepillarte los dientes, mientras tanto, no haces mas que mirarte la cara por todos los lados, como si nunca te hubieras mirado en el espejo, piensas, te vuelves a rascar, sangras por las encías, escupes, te enjuagas, y por último la canción que tanto te gusta cada día, "las gárgaras", que intentas poner algo de imaginación y de cuando en cuando las haces con música. Glopada de agua como si fueran las cascadas del Niágara , salpican todo lo que se encuentra por el medio. Abres la ducha para que vaya saliendo el agua caliente, te quitas ropa, te vas a la balanza y ....¡¡¡la leche!!!, ves como se han incrementado esos gramos que habías perdido.Piensas:" hoy, voy a portarme bien". El bao del espejo te indica que el agua ya la tienes a punto. Te duchas, sales mas despierto, eso sí, con los ojos escocidos del maldito champú anti-caspa. Medio ciego te secas, miras el reloj, vas bien de hora, pero no te puedes dormir. Desodorante en mano, empieza el ritual, sobaco por aquí, sobaco por allá, calcetín por aquí , pantalón por allá, en fin, hasta que ya te has puesto la ropa que corresponde para hoy. Con buen olor a "limpio", te preparas tu desayuno, tu leche y tus 4 galletas que vas tomando desde que eres pequeño. Mientras desayunas, haces los boacadillos de rigor para la familia. Abres ventanas de la casa para expulsar los buenos aromas que se han depositado en la noche. Antes de salir, te miras en el espejo por última vez y te retocas lo necesario. Listos ya, nos ponemos en marcha para ir al trabajo. Hoy pega una rasca bestial, no sientes las manos del frió, menos mal que llegas al metro y tu temperatura cambia de repente. Llegas al trabajo y al cabo de una hora le "run-run" de tu estómago te avisa que es el momento de la ingestión de comida. Te preparas otro café con leche y te tomas un minibocadillo que te sienta de gloria., así aguantas hasta la hora de comer. Con que tu economía no es muy buena, vas a comer a casa de tus padres. Ayyyy, que bien vivimos, como no, donde esté la mama....que se quite lo "bailao".Llegas, y ya tienes preparada la comida. Hoy toca régimen, una simple y triste ensalada con 3 zanahorias sonrientes adornan la mesa. Te cambias de ropa, vas al aseo, te lavas las manos como Pilates, te sientas y empiezas a comer la ensalada, de fondo Karlos Argiñano ameniza tal evento. Llega el segundo, el plato que estás esperando ansioso para comértelo. Hoy toca merluza a la plancha y de postre plátano. Una vez que has engañado a tu estómago, te sientas en el sofá para amenizar tu ansiada siesta que te hace recuperar la energía perdida. El café calentito con unas "gotitas", te hacen emprender la tarde de otra manera.
Oscurece , y ya cansado del trabajo, vuelves a casa, pero sin antes de pasar por el supermercado para comprar el pan calentito que tú no puedes comer. Hogar dulce hogar, temperatura agradable. Te cambias y te pones cómodo. La cocina te está esperando para poder lucrarte en ella. Cena para unos, cena para otros y comida para el día siguiente hacen que los cuatro fogones de la encimera funcionen a toda pastilla. Todo listo, te sientas, cenas, otra vez una minúscula ensalada que se ríe de ti, la devoras como un "animal", mientras observas los diferentes manjares que están disfrutando los demás comensales. Poco a poco el peso de tus párpados se van cerrando y te vas para la cama. Otra vez cepillo en mano y bufeta a punto te acuestas en la frías sábanas que te hacen gritar y cantar como una hiena salvaje hasta que la temperatura de tu cuerpo se va aclimatando a ellas. Luz cerrada, respiración profunda y........ hasta mañana, que será otro día.
El Aviñecu
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