RIUTORT
Entre Guardiola y La Pobla de L'illet, justo delante de la antigua estación del carrilet, está el cruce para ir hacia Riutort, lugar donde he pasado mis mejores momentos en varios campamentos con l’agrupament.
Nada más dejarnos el autocar en la carretera, cogimos todo el material para dirigirnos al lugar de acampada. Al cabo de unos kilómetros, y de cruzar por el río entre piedra y piedra, llegamos a una inmensa esplanada, (que a día de hoy es un camping). Empezamos a montar todo el campamento. Por la tarde cuando ya teníamos casi media infraestructura montada, vino el propietario del terreno y nos comunica que tenemos que desmontar, porque allí no se podía acampar. “Vaya la que se montó”, ya oscureciendo, tuvimos que desmontar todo el tinglado, menuda broma. Vuelve a cruzar todo el material por el río y a realizar viajes de ida y vuelta, hasta el nuevo lugar de acampada. Entre pitos y flautas se nos hizo de madrugada.
Rendidos como monos, pudimos descansar. Yo, en aquella época me pasaba casi medio campamento enfermo, me llamaban el "tembleque" porque siempre me daban unos ataques de temblores, "¿quizás poseído?". Una de las actividades de las que tengo un buen recuerdo, fue un partido de scoutball. Los dos equipos nos preparamos a conciencia, nos vestimos como si fuéramos a jugar a rugby. Fue bestial, todos parecíamos "cachas", yo aluciné, pasé de ser "esqueletor" a ser "Mister X". El partido, fue como una gran batalla de los templarios, una gozada, eso sí, acabamos todos magullados, rotos, con dolor, pero con una ilusión tremenda.
Al cabo de los años, ya más adolescente volvía al mismo lugar para pasar otro verano. Aquel empezó con mal pié. Nada mas llegar, en uno de los descansos de los trayectos de subir el material al lugar de acampada, a un compañero nuestro que estaba sentado en el suelo, le picó una serpiente. De repente, aquello se convirtió en un ir y venir de los monitores. Rápidamente con el coche de uno de ellos, se le trasladó de urgencia al Hospital de Berga, donde le comunicaron que allí no tenían antídotos para ello, por lo que tenían que llevarlo a Barcelona, llegó de puro milagro. Con la serpiente en mano y después de localizar e inyectarle el antídoto se recuperó.
Mientras todo esto ocurría, nosotros empezamos a montar nuestras tiendas. Solo se quedó con nosotros la intendenta, no había nadie para indicarnos nada, todo hay que decir, que solo sabíamos la mitad de lo que había pasado. Cuando se hizo de noche empezó, a lo que le llamamos:"la rebelión del campamento", estábamos todos encendidos, no sabíamos nada, no nos daban de comer, así que decidimos entre todos que nos volvíamos a Barcelona. No veas lo que tuvo que pasar la cocinera esa noche. Pero como todos sabéis, la oscuridad amansa a las fieras, pasó de ser una manifestación, a ser una piña silenciosa y apretadita. Al regresar los monitores ya cambió todo. La mala leche de alguno de ellos, nos apagó esa pequeña llama reivindicativa que quedaba. Eso sí, plato de sopa y a dormir sin rechistar, los grillos todavía deben estar riéndose de lo sucedido. Al día siguiente todo volvió a la normalidad, por la noche, después de cena y de jugar al Xirinachs, nos fuimos a las tiendas. Como estábamos en la edad del pavo, pasaba lo que tenia que pasar, intercambio de gente de aquí para allí, entre las tiendas. En la nuestra se armó la del pollo. Cuando estábamos jugando a las pañoras con las chicas: que si dale un beso a...tal, otro a cual, etc. de repente se oye una voz:
Rendidos como monos, pudimos descansar. Yo, en aquella época me pasaba casi medio campamento enfermo, me llamaban el "tembleque" porque siempre me daban unos ataques de temblores, "¿quizás poseído?". Una de las actividades de las que tengo un buen recuerdo, fue un partido de scoutball. Los dos equipos nos preparamos a conciencia, nos vestimos como si fuéramos a jugar a rugby. Fue bestial, todos parecíamos "cachas", yo aluciné, pasé de ser "esqueletor" a ser "Mister X". El partido, fue como una gran batalla de los templarios, una gozada, eso sí, acabamos todos magullados, rotos, con dolor, pero con una ilusión tremenda.
Al cabo de los años, ya más adolescente volvía al mismo lugar para pasar otro verano. Aquel empezó con mal pié. Nada mas llegar, en uno de los descansos de los trayectos de subir el material al lugar de acampada, a un compañero nuestro que estaba sentado en el suelo, le picó una serpiente. De repente, aquello se convirtió en un ir y venir de los monitores. Rápidamente con el coche de uno de ellos, se le trasladó de urgencia al Hospital de Berga, donde le comunicaron que allí no tenían antídotos para ello, por lo que tenían que llevarlo a Barcelona, llegó de puro milagro. Con la serpiente en mano y después de localizar e inyectarle el antídoto se recuperó.
Mientras todo esto ocurría, nosotros empezamos a montar nuestras tiendas. Solo se quedó con nosotros la intendenta, no había nadie para indicarnos nada, todo hay que decir, que solo sabíamos la mitad de lo que había pasado. Cuando se hizo de noche empezó, a lo que le llamamos:"la rebelión del campamento", estábamos todos encendidos, no sabíamos nada, no nos daban de comer, así que decidimos entre todos que nos volvíamos a Barcelona. No veas lo que tuvo que pasar la cocinera esa noche. Pero como todos sabéis, la oscuridad amansa a las fieras, pasó de ser una manifestación, a ser una piña silenciosa y apretadita. Al regresar los monitores ya cambió todo. La mala leche de alguno de ellos, nos apagó esa pequeña llama reivindicativa que quedaba. Eso sí, plato de sopa y a dormir sin rechistar, los grillos todavía deben estar riéndose de lo sucedido. Al día siguiente todo volvió a la normalidad, por la noche, después de cena y de jugar al Xirinachs, nos fuimos a las tiendas. Como estábamos en la edad del pavo, pasaba lo que tenia que pasar, intercambio de gente de aquí para allí, entre las tiendas. En la nuestra se armó la del pollo. Cuando estábamos jugando a las pañoras con las chicas: que si dale un beso a...tal, otro a cual, etc. de repente se oye una voz:


Entre caminatas, juegos, supervivencia, pasaron los diez días volando, pero siempre teníamos un momento para coger la guitarra, y hacer un poco el loco.
Ahora, cada vez que paso por Riutort, no dejo de cruzar el río y en mente me vienen todos esos recuerdos tan buenos.
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